No
me casé con la princesa que pretendía. Ni me hice el rico que quería. Ni tuve
el éxito en el fútbol que imaginaba. Ni era tan listo como me pensaba. Ni...
¡Ah!
Esas fantasías de la niñez... ¿O tal vez eran fantasías de la juventud?
Las
realidades pueden cambiarse... pero la tendencia natural es que las realidades
se vayan imponiendo independientemente de las fantasías que se hayan imaginado.
No
obstante lo dicho, hay que tener mucho cuidado con lo que se imagina... No vaya
a ser que...
...que se materialicen y no lleguen de la forma o con las consecuencias que "imaginábamos".