Si queremos que un secreto no se difunda y difunda por doquier, a ese secreto hay que ponerle en nuestra mente un candado inexpugnable.
Las medidas de autoprotección han de ser de tal calibre que ni siquiera a nosotros nos debería ser posible acceder a él...
En caso contrario, hasta con la más pequeña borrachera, lanzaríamos nuestro secreto a los cuatro vientos.
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