Las ovejas, hambrientas, le dijeron al pastor:
-¡Queremos comer hoy, no mañana!
Y el pastor les dijo:
-Tranquilas... que las medidas que estamos adoptando lograrán que en
muy poco tiempo crezcan brotes verdes tan grandes tan grandes, y tan sabrosos,
que agradeceréis todo el tiempo que habéis esperado. Ya veréis, confiad en mí.
Al día siguiente, el pastor vendió su rebaño de obejas. Y éstas le
dijeron al nuevo pastor:
-¡El anterior pastor nos prometió que íbamos a tener ya, en seguida, muchos
brotes verdes y sabrosos!
Y el pastor, metiendo sus manos en el arrollo y agitándolas, les dijo:
-Yo me lavo las manos. No asumo compromisos asumidos por otros. Además,
las condiciones ahora mismo son tan malas, que vais a tener que sufrir hambre
durante mucho tiempo. Pero después... ya veréis cómo irá todo a mejor. Surgirán
brotes verdísimos, sabrosísimos... Y os prometo que nunca jamás volveréis a pasar
hambre.
Y así siguió la rueda por los siglos de los siglos.
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